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El Matrimonio Perfecto: Capitulo 2.- El Hijo del Hombre

EL HIJO DEL HOMBRE

“DIOS ES AMOR, Y SU AMOR CREA, Y VUELVE NUEVAMENTE A CREAR”,

Las palabras deliciosas del amor conducen al beso ardiente de la adoración. El acto sexual es la real consubstancialización del amor, en el tremendo realismo psico-fisiológico de nuestra naturaleza.

Cuando un hombre y una mujer se unen sexualmente, algo se crea. En esos instantes de suprema adoración ÉL Y ELLA SON REALMENTE UN SOLO SER ANDRÓGINO con poderes para crear como los dioses.

LOS ELOHIM SON VARÓN Y VARONA. El hombre y la mujer unidos sexualmente durante el éxtasis supremo del amor, son realmente un Elohim terriblemente divino.

En esos instantes de unión sexual estamos realmente en el Laboratorium-Oratorium de la Santa Alkimia.

Los grandes clarividentes pueden ver en esos momentos a la pareja sexual, envuelta en esplendores terriblemente divinos. Hemos penetrado entonces en el Sanctum Regnum de la Alta Magia. Con esas fuerzas espantosamente divinas podemos desintegrar el diablo que llevamos dentro, y transformarnos en grandes Hierofantes.

Conforme el acto sexual se prolonga, a medida que aumentan las caricias deliciosas del éxtasis adorable, se siente una voluptuosidad espiritual encantadora.

Entonces nos estamos cargando de electricidad y magnetismo universal, terribles fuerzas cósmicas se acumulan en el fondo del Alma, centellean los chacras del Cuerpo Astral, las fuerzas misteriosas de la GRAN MADRE CÓSMICA circulan por todos los canales de nuestro organismo.

El beso ardiente, las caricias íntimas, se transforman en notas milagrosas que resuenan conmovedoras entre el aura del Universo.

No tenemos como explicar aquellos momentos de gozo supremo. Se agita la serpiente de fuego, se avivan los fuegos del corazón y centellean llenos de majestad en la frente de los seres unidos sexualmente, los rayos terribles del Padre.

Si el hombre y la mujer saben retirarse antes del espasmo, si tuvieran en esos momentos de gozo delicioso fuerza de voluntad para dominar al ego animal, y si luego se retirasen del acto sin derramar el semen, ni dentro de la matriz, ni fuera de ella, ni por los lados, ni en ninguna parte, habrían cometido un acto de Magia Sexual, eso es lo que se llama en ocultismo el ARCANO A. Z. F.

Con el Arcano A.Z.F. podemos retener toda esa luz maravillosa, todas esas corrientes cósmicas, todos esos poderes divinos. Entonces se despierta el Kundalini, el fuego sagrado del Espíritu Santo en nosotros, y nos convertimos en DIOSES TERRIBLEMENTE DIVINOS.

Pero cuando derramamos el semen, las corrientes cósmicas se funden entre las corrientes universales y penetran en el Alma de los dos seres, una luz sanguinolenta, las fuerzas luciféricas del mal, el magnetismo fatal. Entonces Cupido se aleja llorando, se cierran las puertas del Edén, el amor se convierte en desilusión, viene el desencanto, queda la negra realidad de este valle de lágrimas.

Cuando sabemos retirarnos antes del espasmo sexual, despierta la Serpiente Ígnea de nuestros mágicos poderes.

Los kabalistas nos hablan de la novena esfera. La Novena Esfera de la Kábala es el sexo.

El descenso a la Novena Esfera fue, en los Antiguos Misterios, la prueba máxima para la suprema dignidad del Hierofante, JESÚS, HERMES, BUDHA, DANTE, ZOROASTRO, etc., tuvieron que descender a la Novena Esfera para trabajar con el fuego y el agua, origen de mundos, bestias, hombres y dioses. Toda auténtica y legítima Iniciación Blanca comienza por allí.

EL HIJO DEL HOMBRE NACE EN LA NOVENA ESFERA. EL HIJO DEL HOMBRE NACE DEL AGUA Y DEL FUEGO.

Cuando el alkimista ha completado su trabajo en el Magisterio del Fuego recibe la Iniciación Venusta.

El desposorio del Alma con el Cordero es la fiesta más grande del Alma. Aquel Gran Señor de Luz entra en ella. El se humaniza, ella se diviniza. De esta mezcla divina y humana deviene eso que con tanto acierto llama el Adorable: “el Hijo del Hombre”.

El triunfo máximo de la suprema adoración es el nacimiento del Hijo del Hombre en el pesebre del mundo.

El hombre y la mujer amándose mutuamente son verdaderamente dos arpas de milagrosas armonías, un éxtasis de gloria, aquello que no se puede definir porque si se define se desfigura. Eso es amor.

El beso es la consagración profundamente mística de dos Almas que se adoran, y el acto sexual es la llave con la cual nos convertimos en dioses. Dioses, hay Dios. Sabed vosotros los que os amáis verdaderamente que Dios es Amor. Amar, cuán bello es amar. El amor se alimenta con amor, sólo con amor son posibles las Bodas de la Alkimia.

Jesús el Bienamado, alcanzó la Iniciación Venusta en el Jordán. En instantes del Bautismo. El Cristo entró dentro del adorable Jesús por la glándula pineal. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros y vimos su gloria como del Unigénito del Padre lleno de Gracia y de Verdad.

Al que sabe la palabra da poder, nadie la pronunció, sino solamente aquel que lo tiene encarnado.

En el Apocalipsis, el Santo de la Revelación nos describe al Hijo del Hombre, al Hijo de nuestros besos, con los siguientes versículos:

“Yo fui en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, (el Verbo) que decía: Yo Soy el Alpha y Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete Iglesias que están en Asia: a Efeso, (el centro magnético del coxis) y a Esmirna, (el centro magnético de la próstata) y a Pérgamo, (el plexo solar situado en la región del ombligo) y a Tiatira, (el centro magnético del corazón) y a Sardis, (el centro magnético de la laringe creadora) y a Filadelfia, (el ojo de la sabiduría, el centro de la Clarividencia situado entre las dos cejas) y a Laodicea, (la corona de los santos), (centro magnético de la glándula pineal)”.

“Y me volví a ver la voz que hablaba conmigo y vuelto vi siete candelabros, uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies”, (la Túnica de lino blanco de todo Maestro. La Túnica de Gloria). Los siete candelabros que vio el Santo de la revelación son las Siete Iglesias de la médula espinal.

Y su cabeza, y sus cabellos eran blancos como la lana blanca, como la nieve; y sus ojos como llama de fuego.” (Siempre inmaculado y puro).

Y sus pies semejantes al latón fino, ardientes como un horno; y su voz como ruido de muchas aguas”. (Las aguas humanas, el semen).

“Y tenía en su diestra siete estrellas (Los siete ángeles que gobiernan las Siete Iglesias de la médula espinal). Y de su boca salía una espada aguda de dos filos (el Verbo). Y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza”.

“Y cuando yo le vi, caí como muerto a sus pies, y él puso su diestra sobre mí diciéndome: “no temas, yo soy el primero y el último”.

“Y el que vivo y he sido muerto y he aquí que vivo por siglos de siglos. Amen. Tengo las llaves del infierno y la muerte”.

Cuando el CRISTO INTERNO entra en el Alma se transforma en ella. El se transforma en ella, y ella en Él; El se humaniza y ella se diviniza. De esta mezcla alkimista divina y humana, deviene eso que con tanto acierto llamó nuestro Adorable Salvador, el Hijo del Hombre.

Los Alkimistas dicen que debemos transformar a la luna en sol. La luna es el Alma. El sol es el Cristo. La transformación de la luna en sol, sólo es posible con el fuego, y éste, sólo se enciende con el connubio amoroso del Matrimonio Perfecto.

Un Matrimonio Perfecto es la unión de dos seres, uno que ama más, y otro que ama mejor.

El Hijo del Hombre nace del agua y del fuego. El agua es el semen. El fuego es el Espíritu.

Dios resplandece sobre la pareja perfecta.

El Hijo del Hombre tiene poder sobre el fuego flamígero, sobre el aire impetuoso, sobre las embravecidas olas del océano y sobre la perfumada tierra.

El acto sexual es muy terrible; con justa razón dice el Apocalipsis: “EL QUE VENCIERE LE HARÉ COLUMNA DEL TEMPLO DE MI DIOS, Y NO SALDRÁ MÁS DE ALLÍ.”