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El Cristo Social: Capitulo 42.- Los Prestamistas

LOS PRESTAMISTAS

Por estos tiempos en muchos países se ha venido persiguiendo a los prestamistas.

Resulta absurdo la idea de querer obligar a los prestamistas a cobrar el uno o dos o tres por ciento de intereses sobre el dinero prestado.

La realidad es que en estas condiciones desaparecen los prestamistas ocasionando calamidades al pueblo.

Los prestamistas son indispensables. Los prestamistas solucionan al pueblo muchos problemas. Toda persona en gravísima crisis económica busca al prestamista.

El prestamista le resuelve al ciudadano sus problemas económicos más difíciles; si estamos enfermos y no tenemos dinero para ir la médico ni para comprar medicinas, vamos a donde el prestamista.

Es justo que el prestamista cobre por sus servicios. El prestamista vive de su negocio y necesita cobrar intereses para vivir; eso no es delito, es para el necesitado una bendición llevar al prestamista cualquier objeto de su uso personal, cualquier prenda, para que sobre ella el prestamista le dé al necesitado el dinero que éste necesita en un momento de crisis económica.

Bien se merece el prestamista el pago de intereses; se los ha ganado muy honradamente, no hay motivo para obstaculizarlo, molestarlo, perseguirlo y obligarlo a desaparecer.

Actualmente en muchos países los gobiernos han establecido montes de piedad, bancos prendarios, etc., y entonces llenos de egoísmo y celos comerciales persiguen a los prestamistas particulares que benefician al pueblo; eso es absurdo. Las instituciones del gobierno denominadas montes de piedad, no alcanzan por sí mismas a solucionar todas las necesidades de los pueblos.

Los montes de piedad de propiedad del gobierno tienen sus reglamentos y leyes y días de trabajo, y horas hábiles; todo eso está correcto, pero sucede que muchas personas con un enfermo grave o problema difícil en días feriados o en horas extras, no puede visitar al monte de piedad porque éste está cerrado; entonces hay que acudir al prestamista particular, éste soluciona el problema. ¿Por qué perseguirlos? ¿Por qué? ¿Por qué molestarlos? ¿Por qué obstaculizarlos?, Si el prestamista cobra un buen interés por su servicio se lo merece, ha solucionado el difícil problema del necesitado.

Es pues absurdo limitarlo, obligarlo a cobrar el uno o dos por ciento; en esas condiciones no hay prestamistas; desaparecen y con ello se le ponen más dificultades a los necesitados.

No podemos negar que a veces los prestamistas se quedan con los objetos cuando se ha vencido el plazo; por lo común el plazo para retirar los objetos sobre los cuales el prestamista nos ha prestado el dinero, suelen variar en distintos países y pueblos y lugares. El necesitado sabe que tiene que retirar su objeto antes de vencido el plazo, ya sea este de tres meses o treinta días, etc., eso ya lo sabe el necesitado y si no puede sacar la prenda empeñada, entonces pagando réditos puede seguir tranquilo, con la seguridad de que su prenda está muy segura; así pues el prestamista brinda al necesitado las mejores oportunidades para resolver sus problemas, y con todo ello se le persigue, se le obstaculiza, se le molesta.

Cuando el cliente pierde su mercancía pone el grito en el cielo, y protesta, y demanda ante las autoridades sin querer reconocer que no ha cumplido con el contrato, y que el prestamista lo ha sacado de sus problemas; realmente la gente está demasiado apegada a sus cosas materiales, demasiado identificada con las cosas, y por ello no reconoce nunca el bien que se le hace.

El contrato del prestamista es de compra-venta, con pacto de retro-venta. Las cláusulas de dicho contrato, son maravillosas, pero el cliente quiere desconocerlas después de incumplir con el contrato.

Los clientes ingratos debido al apego por las cosas y a su propio egoísmo, llevan a los prestamistas ante las autoridades, y muchas veces hasta los hacen meter en las cárceles. Así paga el diablo a quien bien le sirve.

¿Qué nos importa que se pierda una prenda si le hemos salvado la vida a un ser querido con el dinero que nos prestó el prestamista?

¿Qué nos importa que se pierda un traje o un anillo, etc., si con el dinero del prestamista tal vez nos salvamos de ir a la cárcel o tuvimos para un pasaje, o solucionamos un gravísimo problema de vida o muerte?

Desgraciadamente la gente no entiende nada de esto y sólo saben no cumplir con las cláusulas de los contratos y luego insultar al prestamista, o herirlo, o llevarlo a la cárcel olvidando por completo el momento supremo de necesidad y el servicio precioso que nos prestó cuando más lo necesitábamos, así es la humanidad ingrata.

Uno de los males más graves que los gobiernos pueden hacer a los pueblos es limitar a los prestamistas o perseguirlos, o prohibirlos.

Es necesario que los prestamistas se sindicalicen en todos los países de la tierra.

Es necesario que los prestamistas se unan porque la unión hace la fuerza.

Es urgente que los prestamistas luchen por sus legítimos derechos.

INJUSTICIAS

No queremos con esto decir que los prestamistas sean perfectos.

Entre ellos también hay a veces injusticias. Muchas veces una pobre viuda empeña una máquina de coser con la que se gana el pan debido a alguna necesidad muy grave, y entonces el prestamista se queda con ella condenando a la infeliz a la miseria; esto se debe a que la pobre mujer no pudo cumplir con el contrato, ni pagar réditos, en este caso el prestamista ha procedido fríamente de acuerdo con las cláusulas del contrato, cometiendo el error de olvidar la caridad universal para la cual no existen reglamentos, ni cláusulas.

Los prestamistas deben acabar con la crueldad y tener siempre continuidad de propósitos en la caridad. Cuando el prestamista abandona el principio de la caridad universal, cae en el egoísmo, y sólo consigue que las gentes lo odien y maldigan. Realmente ser cruel es el peor de los negocios.

El prestamista debe ser caritativo; el prestamista cruel y despiadado, se convierte en un agiotista depravado, en un villano.

El prestamista debe añadir a las cláusulas justas del contrato, las cláusulas justas de la misericordia. La justicia y la misericordia son las dos columnas torales del templo de la ley.

INTERESES SOBRE DINEROS

Hay muchos prestamistas que viven del interés que produce su dinero; los prestamistas que prestan dinero sobre interés no hacen mal en esto, es justo que se les pague su salario, es decir sus intereses.

Resulta absurdo querer obligar a todos estos prestamistas a cobrar el uno o dos por ciento de intereses; en estas condiciones no hay negocio para los prestamistas y estos desaparecen y con ellos las oportunidades para solucionar los muchos problemas a los necesitados ciudadanos.

Es justo que el prestamista preste su dinero en justo contrato y con un interés mínimo del diez por ciento, el prestamista necesita vivir y es necesario para los necesitados. Perseguirlo o limitarlo o prohibirlo es absurdo porque los bancos no pueden debido a la tirantez y rigor de sus leyes y reglamentos, solucionar todos los problemas de los ciudadanos.

HIPOTECAS

Muchas personas hipotecan sus casas o terrenos o fincas raíces en general cuando la necesidad los obliga.

Existen bancos hipotecarios muy útiles para el pueblo, pero éstos tampoco pueden solucionar las necesidades íntegras de los pueblos.

En este caso también resultan muy útiles los prestamistas y no hay motivo para obstaculizarles su labor.

Los gobiernos deben ser más amplios, menos tiránicos y crueles.

Los gobernantes deben comprender que por muy eficientes que sean los gobiernos, todavía no alcanzan a solucionar totalmente las necesidades de los pueblos.