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El Misterio del Aureo Florecer: Capitulo 10.- Visitantes Tenebrosos

VISITANTES TENEBROSOS

El sabio Waldemar dice textualmente: “Un contemporáneo de Brognoli, el sacerdote Coleti, nos cuenta de una mujer de su parroquia que acudió a él con su marido.

Ella era devota y de buenas costumbres, pero desde hacía diez años estaba acosada por un tal espíritu que de día y de noche le sugería lo deshonesto, y hasta cuando no dormía procedió con ella como un incubo, por lo que no era en modo alguno un sueño lo que padecía.

Más no logró obtener su conformidad, permaneciendo ella inquebrantable. Así, el exorcista no tuvo más que pronunciar el “Praeceptum Leviticum” contra el demonio y en adelante ella se vio libre de él.

En este caso, dice Waldemar, vemos que cuando la conciencia de un obseso a tal punto se ha imaginado como subterfugio la violación por el demonio, o sea casi una toma de posesión contra su voluntad, puede superarse el estado mediante el proceso de una expulsión del espíritu lascivo por las fuerzas morales aun no tiranizadas.

Más si el incubo (el Yo lascivo), la imagen lujuriosa creada por la propia fantasía, se afirma sin oposición hasta el fin, el propio individuo convertido en incubo ejecuta, escindido en dos seres, una auto-copulación. En este caso, la obsesión acaba por lo general en la demencia total.

Así intentó Grognoli en la primavera de 1643 liberar en vano de un incubo a una muchacha de veinte años.

Fui –dice- con su confesor a su casa. Apenas hubimos penetrado en ella, el demonio, que estaba entregado a su tarea, se escurrió. Hablé entonces a la muchacha y ella me contó con pelos y señales lo que hacía el demonio con su persona.

De su relato no tardé en comprender que, aunque ella lo negara, había dado, no obstante, una conformidad indirecta al demonio. Pues cuando notaba su aproximación por la dilatación y vivo cosquilleo de las partes afectadas, no buscaba refugio en la oración ni invocaba a Dios y a la Santa Virgen en auxilio, ni al Ángel de la Guarda, sino que iba corriendo a su habitación y se tendía en la cama, a fin de que el maligno pudiera ejecutar su tarea más cómoda y agradablemente.

Cuando traté de despertar en ella, en conclusión, una firme confianza en Dios para liberarse, permaneció indiferente y sin eco, notando yo más bien una resistencia, como si no quisiera ser liberada.

La dejé, pues, no sin antes haber dado algunas prescripciones a sus padres sobre disciplinas y represión del cuerpo de su hija mediante ayunos y abluciones.

Más no solo eran visitadas así las mujeres, dice el sabio Waldemar. Brognoli fue conducido en Bérgamo a un joven comerciante de unos veintidós años de edad, quien había enflaquecido hasta quedar en puro esqueleto, debido a que le atormentaba un súbcubo.

Hacía varios meses, al tenderse en su cama, se le había aparecido el demonio en la figura de una muchacha extraordinariamente bella, a la que amaba.

Al gritar contemplando aquella figura, ella le había instado a que se callara, asegurándole que era en verdad la misma muchacha, y que debido a que su madre le pegaba, había huido de casa, acudiendo a la de su amado.

El sabía que aquella no era su Teresa, sino algún trasgo; no obstante, tras alguna plática y unos abrazos, la llevó consigo a la cama.

Después le dijo la figura que, en efecto, no era la muchacha, sino un demonio que le quería, uno de sus Yoes diablos y que por eso se unía a él día y noche.

Ello duró varios meses, hasta que Dios lo liberó por medio de Brognoli, y él hizo penitencia por sus pecados”.

A través de este insólito relato, resulta completamente palmaria y manifiesta la auto-copulación con un yo-diablo que había tomado la forma de la mujer amada.

Es incuestionable que aquel mancebo de ardiente imaginación y espantosa lujuria, había utilizado inconscientemente la facultad ideo-plástica para dar forma sutil a su adorada.

Así vino a la existencia un Yo súbcubo, un demonio pasionario de cabellos largos e ideas cortas.

Es obvio que dentro de ese diablo femenino quedó embotellada una buena parte de su Conciencia.

Paracelso dice al respecto en su obra “De origine morborum invisibilium Lit. III”:

“Incubos y Súbcubos se han formado del esperma de aquellos que realizan el acto antinatural imaginativo de la masturbación (en pensamientos o deseos).

Y pues solo procede de la imaginación, no es un esperma auténtico (material) sino una sal corrompida.

Solo el semen que procede de un órgano indicado por la Naturaleza para su desarrollo puede germinar en cuerpo.

Cuando el esperma no proviene de apropiada materia (substrato nutricio), no producirá nada bueno, sino que generará algo inútil.

Por esto Incubos y Súbcubos, que proceden de semen corrompido, son perjudiciales e inútiles según el orden natural de las cosas.

Estos gérmenes formados en la imaginación han nacido de Amore Heress, lo cual significa una especie de amor en el cual un hombre se imagina una mujer, o a la inversa, para realizar la cópula con la imagen creada en la esfera de su ánimo.

De este acto resulta la evacuación de un inútil fluido etéreo, incapaz de generar una criatura, pero en situación de traer larvas a la existencia.

Una tal imaginación es la madre de una exuberante impudicia, la cual, proseguida, puede tomar impotente a un hombre y estéril a una mujer, ya que en la frecuente práctica de una tal imaginación enferma se pierde mucho de la verdadera Energía Creadora”.

Los Yoes-larvas de la lascivia son verdaderos entes pensantes autónomos dentro de los cuales queda enfrascada un buen porcentaje de la Conciencia.

Las larvas de las que habla Paracelso no son otra cosa que aquellas cultivadas formas de pensamiento que deben su fuerza y su existencia únicamente a la imaginación desnaturalizada.