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La Revolución de la Dialectica: Capítulo 1.- La Didáctica de la Disolución del Yo

"Quien siente dolor o se sienta herido cuando le calumnien, le acusen o le levanten falsos testimonios, es señal de que todavía tiene vivo el yo del orgullo".

S.A.W

LA DIDÁCTICA DE LA DISOLUCIÓN DEL YO

La mejor didáctica para la disolución del Yo, se halla en la vida práctica intensamente vivida.

La convivencia es un espejo maravilloso donde el Yo se puede contemplar de cuerpo entero.

En la relación con nuestros semejantes, los defectos escondidos en el fondo sub‑consciente, afloran espontáneamente, saltan fuera, porque el subconsciente nos traiciona y si estamos en estado de alerta percepción, entonces, los vemos tal cual son en sí mismos.

La mejor alegría para el gnóstico es celebrar el descubrimiento de alguno de sus defectos.

Defecto descubierto, defecto muerto. Cuando descubrimos algún defecto, debemos verlo en escena como quien está viendo cine, pero sin juzgar ni condenar.

No es suficiente comprender intelectualmente el defecto descubierto, se hace necesario sumergirnos en profunda meditación interior para atrapar al defecto en los otros niveles de la mente.

La mente tiene muchos niveles y profundidades y mientras no hayamos comprendido un defecto en todos los niveles de la mente, nada habremos hecho y éste continuará existiendo como demonio tentador en el fondo de nuestro propio subconsciente.

Cuando un defecto es íntegramente comprendido en todos los niveles de la mente, entonces, éste se desintegra, al desintegrar y reducir a polvareda cósmica el Yo que lo caracteriza.

Así es como vamos muriendo de instante en instante. Así es como vamos estableciendo dentro de nosotros un centro de conciencia permanente, un centro de gravedad permanente.

Dentro de todo ser humano que no se halle en último estado de degeneración, existe el Buddhata, el Principio budhístico interior, el material psíquico o materia prima para fabricar eso que se llama Alma.

El Yo pluralizado gasta torpemente dicho material psíquico en explosiones atómicas absurdas de envidias, codicia, odios, celos, fornicaciones, apegos, vanidades, etc.

Conforme el Yo pluralizado va muriendo de instante en instante, el material psíquico se va acumulando dentro de nosotros mismos, convirtiéndose en un centro permanente de conciencia.

Así es como vamos individualizándonos poco a poco. Desegoistizándonos nos individualizamos. Empero, aclaramos que la individualidad no es todo, con el acontecimiento de Belén debemos pasar a la sobre‑individualidad.

El trabajo de disolución del Yo es algo muy serio. Necesitamos estudiarnos a sí mismos, profundamente, en todos los niveles de la mente. El Yo es un libro de muchos tomos.

Necesitamos estudiar nuestra dialéctica, pensamientos, emociones, acciones, de instante en instante, sin justificar ni condenar. Necesitamos comprender íntegramente en todas las profundidades de la mente, todos y cada uno de nuestros defectos.

El Yo pluralizado es el subconsciente. Cuando disolvemos el Yo, el subconsciente se convierte en consciente.

Necesitamos convertir el subconsciente en consciente y eso sólo es posible logrando la aniquilación del Yo.

Cuando el consciente pasa a ocupar el puesto del subconsciente, adquirimos eso que se llama conciencia continua.

Quien goza de conciencia continua, vive consciente en todo instante, no sólo en el mundo físico sino también en los mundos superiores.

La humanidad actual es subconsciente en un noventa y siete por ciento, y por ello, duerme profundamente, no solamente en el mundo físico, sino también en los mundos suprasensibles durante el sueño del cuerpo físico y después de la muerte.

Necesitamos la muerte del Yo, necesitamos morir de instante en instante, aquí y ahora, no solamente en el mundo físico, sino también en todos los planos de la Mente cósmica.

Debemos ser despiadados para con nosotros mismos y hacerle la disección al Yo con el tremendo bisturí de la autocrítica.