NATURALEZA SOLAR DE LOS EXTRATERRESTRES
Amigos, me dirijo nuevamente a todos con el propósito de plantear un poco sobre lo relacionado con las naves cósmicas que surcan el espacio. Este tema inquietante de los discos voladores se propaga en toda la redondez de la Tierra, ya nadie puede negarlo; hoy quien se atreva a negarlo se destruye incuestionablemente por su necedad.
Los mismos ingleses ya no lo niegan. Oficialmente, Inglaterra hace algún tiempo, declaró “Los platillos voladores existen y están tripulados por los extraterrestres”, pero son gentes que nos llevan muchos millones de años en civilización, pero nosotros los terrícolas no lo podemos comprender, preferimos no pensar en ellos. Vamos a ver si conseguimos nosotros fabricar nuestras propias naves para conquistar el infinito.
Poco más o menos se ha presentido las palabras de la declaración que los ingleses dieran al mundo entero en cuestión de platillos voladores. Así pues, negarlo se exponen a que así procedan y se les califique de necios, pues eso está debidamente demostrado hasta la saciedad tanto en el Norte como en el Sur, tanto en el Este como en el Oeste del mundo. Ciertamente la Tierra no puede ser el único planeta habitado, sería absurdo si nosotros pensáramos que nuestra Tierra, un minúsculo grano de arena en el espacio infinito, fuese el único que tuviera la exclusividad de tener gente.
En realidad en verdad, que la pluralidad de los mundos, sostenida a su tiempo por caminos Kabalion, es una tremenda realidad, sin embargo, los científicos como siempre siguen burlándose.
Hace poco tiempo se envió a Marte una sonda con el propósito de saber si había allí vida; terminaron los hombres de la Nasa afirmando en forma enfática que allí no había vida. Las fotografías que mostraron a la humanidad de Marte no son de Marte, son de la Luna, esto significa que los habitantes de Marte supieron orientar los aparatos fotográficos de los gringos hacia el satélite terrestre Luna. Así que esas máquinas transportaron a la Tierra imágenes lunares. Lo que sí se debe sencillamente a la información, aunque a ustedes les parezca increíble, de un extraterrestre que se ríe de buena gana de las tonterías de los gringos y su Nasa.
Sería absurdo suponer que gentes de tanta cultura como los marcianos se dejen levantar una carta geográfica. Bien saben ellos lo que persiguen los terrícolas, no ignoran el carácter destructivo de los habitantes de la Tierra. ¿Qué son destructivos? Lo han demostrado hasta la saciedad. Todo el cosmos no lo ignora, lo sabe; en realidad en verdad, no está demás recordar las atrocidades que cometiera el terrible Hernán Cortés, aquí en nuestro querido país, México. Tampoco está demás recordar las atrocidades de un Pizarro en el Perú.
Si los marcianos fuesen invadidos por los terrestres, esa sería la suerte que les aguardaría y las naves tan maravillosas en las que cruzan el espacio infinito, serían utilizadas por los gobiernos de Rusia y Estados Unidos con los propósitos maquiavélicos, se les armaría con bombas atómicas para ciudades indefensas, se les utilizaría para conquistar otros mundos del espacio estrellado y exportar hacia el cosmos todas nuestras atrocidades. Los saben muy bien los marcianos y no son tan tontos como para dejarse levantar una carta geográfica de su planeta. Lo que estoy diciendo lo debo a informaciones fidedignas, no estoy tratando de inventar nada, los marcianos tienen órdenes de defenderse y lo harán, si los terrícolas intentan invadir.
Hay ciudades como la de Tanio que es una de la más grandes ciudades del planeta Marte, en donde viven gentes pacíficas que jamás hacen planes de guerra, no inventan bombas atómicas para destruir a nadie. Los habitantes de Tanio en modo alguno están dispuestos a dejarse invadir por las hordas terrícolas. Esa es la cruda realidad de los hechos.
Múltiples naves atraviesan el espacio estrellado, las hay gigantescas como aquellas naves nodrizas que forman dentro de su vientre pequeñas naves; tales naves nodrizas sirven no solamente para viajes dentro de nuestra galaxia, sino aún más. Tales naves pueden viajar a través de distintas galaxias, están debidamente acondicionadas para viajar a través del inalterable infinito.
Hay también pequeñas naves, y esto los va a sorprender, naves de cuanto mucho 20 a 30 cm. Absurdo dirían, pero existen, ¿quienes podrían entrar en tales naves de juguete, tan pequeña, tan diminutas, Liliputienses? Al afirmar esto, hoy en día, en pleno siglo XX y en época de la era atómica, de los rayos X y de los rayos láser ¿a qué se puede uno exponer? A la burla claro está.
Creen los hombres de ciencia de nuestro mundo Tierra que poseen toda la sabiduría del Universo y están equivocados, con ese podridero de teorías que abundan por acá, por allá y que en nuestra cultura del siglo XX realmente es vulnerable. Esa no es la ciencia pura, los científicos de la Tierra no conocen la ciencia pura. Para tener acceso a la ciencia cósmica y a la ciencia pura, hay que dejar abierta la Mente Interior.
Saben ustedes que existen Tres Mentes en el ser humano, la primera es la Mente Sensual. Allí está depositada la levadura de los saduceos materialistas, dicho incoherente elabora sus conceptos de contenido en nuestras percepciones sensoriales externas y allí debes saber sobre lo real, sobre la verdad, sobre eso que está más allá de las simples percepciones externas. La segunda mente es la Mente Intermedia. Allí están depositadas las creencias de toda especie. Obviamente, creer no es saber; hemos entrado en la edad del saber, la Edad de Acuario. Las creencias son creencias mas no implica sabiduría. Allí está depositada la levadura de los fariseos.
Jesús el Cristo nos previene contra la levadura de los saduceos materialistas y de los fariseos creyentes. Se necesita una tercera mente si es que queremos, en realidad de verdad, penetrar en el anfiteatro de la Conciencia pura. Existe, pero está cerrada y necesitamos abrirla. Es la Mente Interior y justamente se abre cuando acaban los defectos, cuando elimina en sí misma la ira, la codicia, la lujuria espantosa, el orgullo, la envidia, la pereza, la gula, la vanidad, etc. En realidad de verdad, aquéllos que desintegran sus defectos psicológicos despiertan la Conciencia. El despertar de la Conciencia abre la Mente Interior, cuando la Mente Interior, se abre, surge la verdadera fe que no es la fe del carbonero, no, es fe consciente; la fe del que sabe, la fe del que puede ver, oír, tocar y palpar las grandes realidades del anfiteatro de las ciencias cósmicas.
Los extraterrestres son gentes que han abierto la Mente Interior, son ángeles en el sentido más completo de la palabra. Hace poco tiempo tuve un contacto maravilloso con un superhombre del espacio estrellado. Muchas veces lo he relatado y ahora lo voy a platicar nuevamente para dar testimonio de aquello que he visto y he experimentado para bien de la humanidad y no me avergonzaré jamás de dar testimonio ante el veredicto solemne de la consciencia pública.
Allá donde muchas veces en el Desierto de los Leones, allá en el Distrito Federal, una nave cósmica descendió en un claro del bosque. Movido por la curiosidad, me acerqué a ese lugar y hallé una nave cósmica posada sobre un trípode de acero, entonces me acerqué al trípode con la intención de que me llevara a otro planeta. Se abrió una escotilla milagrosa y descendió por la escalerilla metálica un hombre extraordinario. Tras él venían otros y dos damas entre la tripulación, damas de edades indescifrables.
Saludé al Capitán con un “buenos días”. El hombre aquel me contestó en perfecto español y extendió una mano que estreché cariñosamente, pues, no era menos de asombrarme de ver a un extraterrestre hablando español. Observando bien la presencia de aquellos extraterrestres pude vivenciar su piel de color plomizo, sus ojos azules, de amplia frente, su nariz recta, sus labios finos y delicados, sus orejas recogidas y pequeñas, su estatura mediana, ni muy altos ni muy bajos, delgados todos; allí no vi a ningún obeso.
Caminamos hacia unos troncos que había allí tirados en el suelo. Rogué al Capitán me llevara al planeta Marte.
¿Cómo dice usted, a Marte?
Sí, Capitán.
Pero si eso está allí no más... [...]
Continuaron aquellos tripulantes hasta sentarse sobre los troncos. Después de que todos hubieron tomado asiento, una de aquellas damas, levantándose; dijo:
– Si colocamos una planta que no es aromática junto a otra que sí lo es, es claro que la que no es aromática se cargará o se impregnará con el aroma de la que sí lo es, ¿verdad?.
Ciertamente –respondí–, así es. Pues, bien, continuó la dama:
Lo mismo sucede con los mundos del espacio infinito, mundos de humanidades que han desatado el mal y que se van impregnando poco a poco con el aroma de la radiación de los mundos vecinos, y ahora andan muy bien. Mas hemos llegado aquí, al planeta Tierra, y vemos que aquí no sucede lo mismo, ¿qué es lo que está pasando en este planeta?
La dama en cuestión estaba perpleja. Se le hizo extraño nuestro mundo Tierra, con gentes que hacen guerra, que se destruyen con tanto odio, tanta degeneración sexual, etc. Estaba alarmada (lo que le vi en su rostro)... ¿Hasta dónde han llegado?, se preguntaría la dama, ¿qué lugar es este?, ¡qué infierno! Francamente, no encontraba cómo responder. Al fin dije:
– Bueno, éste, nuestro planeta Tierra, fue una equivocación de los Dioses, así es el karma de los mundos.
Karma es una palabra Oriental que significa causa y efecto, a tal causa tal efecto. La dama asintió con un movimiento de cabeza; con una venia respetuosa la otra dama hizo lo mismo, y luego toda la tripulación.
Creí que iban a hablar más los extraterrestres, pero hablan poco; pero dicen mucho. Cuando ya regresaban a su nave, volví a reiterar mi demanda y le dije:
Soy hombre con algo de sentido de responsabilidad, escribo para la humanidad, soy escritor y desearía que usted me llevara a otro planeta del espacio para poder traer datos a la humanidad terrestre. Quisiera traer pruebas sobre la existencia de vida en otros planetas, ya que estos científicos de la Tierra son tan escépticos e incrédulos y tan materialistas. (El Capitán guardó silencio). Capitán –le dije– no es para mí que le hago esta petición, sino para la humanidad; mi persona nada vale, pero pienso en la humanidad. Estas palabras conmovieron al Capitán y levantando el dedo índice dijo:
En el camino iremos viendo; es decir, es suficiente para mí tal frase y sé que ellos no me engañan y que siempre cumplen su palabra cueste lo que cueste. Hablan poco, pero dicen mucho y cuando algo dicen, lo cumplen, no son terrícolas.
Así lo entendí, en el camino, pero el camino de la sabiduría, el camino de la perfección. “Lucharé –dije–, eliminaré mis defectos psicológicos”.
El Capitán avanzó hacia su nave seguido de la tripulación; subió por la misma escalerilla y abriendo la escotilla penetró nuevamente a su aparato. Yo me retiré a prudente distancia con el propósito de observar lo que pasaba. La nave giró sobre su eje y luego de balancearse un poco en el espacio, se perdió en el inalterable infinito.
Estos hombres, entendí, eran verdaderos intergalácticos. La pequeña nave en que descendieron, seguramente regresó a su nave nodriza que había quedado en órbita alrededor de la Tierra. En esas naves nodrizas viajan estos superhombres de galaxia en galaxia; son infinitamente perfectos y están más allá del bien y del mal. Los terrícolas los aborrecemos. Cuando vieron una de sus naves flotando sobre los Estados Unidos, hace algún tiempo, enviaron a los aviones caza con el propósito de destruirlos. Una de las naves se perdió en el espacio y la otra descendió y se posó suavemente sobre una torre de energía eléctrica y entonces se produjo el apagón de Nueva York, que afectó no solamente a la nación estadounidense sino hasta el Canadá. Generales del ejército americano exclamaron: “¡He ahí el talón de aquiles de los Estados Unidos de Norteamérica!”.
Realmente, nada pueden hacer los poderosos titanes del Norte sin fuerza eléctrica y ellos, un puñado de hombres tripulando una nave, paralizaron a la poderosa nación de los Estados Unidos. Así que, si los extraterrestres hubieran querido destruir a ese país, lo harían en cuestión de segundos. Lo mismo, si lo hubieran querido deshacer al planeta Tierra, ya lo hubieran hecho, pero ellos no son destructivo, nos aman y vienen con el propósito de ayudarnos, pero en vez de recibirlos con los brazos abiertos, como a nuestro Salvador, los recibimos a cañonazos o les huimos desesperados como huyen los caníbales en la montaña cuando ven un avión. Así es el estado lamentable en que nos encontramos.
Los extraterrestres son gentes cultas que no matan a nadie, ni siquiera a un pájaro y los terrícolas les temen. Muchos dirán, ¿porqué los extraterrestres no aterrizan en ciudades como Nueva York, París, ni se presentan en público, ni dan conferencias?, ¿por qué huyen? A esos les respondería yo lo siguiente: “Si alguien se encontrara en una selva profunda con un grupo de caníbales, ¿qué harían? Indiscutiblemente, huir, no quedaría remedio. Los extraterrestres podrían defenderse; sí, bien pueden hacerlo, pero ellos no tienen deseos de destruir a nadie, no son asesinos; se equivocan los terrícolas cuando piensan que los seres extraterrestres van a asesinar; eso no es cierto. No
negamos que en algunas ocasiones hayan tomado a alguien y lo hayan metido en su nave, lo hubieran llevado al espacio y luego lo hayan traído de regreso a donde lo tomaron. Sí, eso es cierto.
Esto es explicable. Yo sé que los terrícolas son muy extraños, pues tienen la Conciencia dormida, parecen sonámbulos por las calles, tremendamente perversos. Los terrícolas, realmente, son motivo de curiosidad; algunos extraterrestres se los llevan para estudiarlos en los laboratorios que existen en el espacio, laboratorios ubicados dentro de algunas naves cósmicas; se los llevan para estudiarlos, pues, son muy extraños y llaman su curiosidad. Seres tan raros como los terrícolas, tan dormidos, tan inconscientes, tan destructivos, son motivo de curiosidad y por eso se los llevan para meterlos en sus laboratorios y estudiarlos; esa es la cruda realidad, pero no se les hace daño de ninguna especie, se les trae de regreso al lugar de donde se les ha tomado.
Es claro, que hay algunas ocasiones y sobre eso voy a hablar en esta noche. Sucedió un caso insólito, pero maravilloso. Una vez estudiando en alguna escuela Oriental, un día de esos tantos, una nave cósmica aterrizó en el jardín de su casa. Ciertos extraterrestres salieron a la escotilla, descendieron por la escalinata y se acercaron a él. Lo invitaron a subir, y él aceptó. Él era un hombre verdaderamente espiritual en el más completo sentido de la palabra. Yo estaba dispuesto a oírlo. Cuando estaba por allá en África, cuando se le invitó a dar un paseo por el espacio, aceptó y fue llevado a un satélite de Júpiter, a Ganimedes. Allí conoció a una poderosa civilización. Los habitantes de Ganimedes tienen el cerebro un poco más voluminoso: la glándula pineal conectada a la pituitaria por ciertos canales nerviosos y la pituitaria, a su vez, está conectada al nervio óptico; de manera que, los habitantes de ese satélite tienen un sexto sentido por la cual pueden ver la Cuarta Dimensión, Quinta, Sexta y Séptima, de la Naturaleza y del Cosmos. Construyen sus casas bajo tierra, tienen rica agricultura, no tienen animales porque allí el ambiente no es favorable para sus especies inferiores, el agua la sacan de ciertos volcanes y con ello remedian sus necesidades. Los habitantes, todos trabajan es sus fábricas, no hay dinero allí, no se conoce el dinero. A cambio de trabajo todos los habitantes tienen pan, abrigo, refugio, etc.
Las naves cósmicas son de propiedad de todos, nada les hace falta, no necesitan, no necesitan de ese elemento que se llama dinero y que tanto daño hace a los habitantes de la Tierra. Así son los habitantes de Ganimedes. Como quiera que poseen un sexto sentido, estudian la medicina, ven el organismo mejor, no solamente en sus aspectos físico, químico o biológico, sino también en sus aspectos psíquicos y vitales. Conocen la anatomía meramente exterior y la anatomía interior, que desafortunadamente, los hombres de ciencia no conocen en el planeta Tierra.
Ganimedes es un satélite y gira alrededor del titán de los cielos llamado Júpiter. Doce satélites tiene Júpiter; pareciera como si Júpiter construyera por sí mismo, un nuevo sistema solar dentro de nuestro sistema. Muchas veces he estado yo personalmente observando a Júpiter. A través de los telescopios se ven sus dos cintas en el centro del Ecuador, y resulta muy extraordinario Júpiter con sus doce satélites. En el sentido más completo de la palabra, es una joya de los cielos.
Los habitantes de Ganimedes, vinieron de un mundo que se llamó el Planeta Amarillo. Es bueno que ustedes comprendan que en otros tiempos en nuestro Sistema Solar existió un planeta en el que las gentes se entregaron a los experimentos atómicos, elaborando bombas cada vez más y más destructoras, y al fin hicieron saltar en pedazos ese planeta. Algunos fragmentos todavía viven alrededor de nuestro Sistema Solar y eso los saben los astrónomos. Pero antes de que acaeciera para el Planeta Amarillo esa catástrofe, los habitantes del mundo habían creado, ante el dilema del ser y del no ser de la filosofía, un gran Avatara o Mensajero. Les advirtió sobre la catástrofe que les aguardaba. La mayor parte no la entendieron, otros sí la aceptaban; entonces se afiliaban a las enseñanzas que les daba. Él los preparó lo suficiente y por último preparados psicológicamente, listos como para esperar la destrucción, y ser llevados al planeta; y allí se establecieron.
Pues bien, el amigo del que les estoy hablando, fue llevado a Ganimedes. Al llegar allí, las enfermedades le desaparecieron, se revitalizó, lo sometieron a tratamientos científicos especiales, lo invitaron a quedarse a vivir entre ellos. Él aceptó a condición de regresar al planeta Tierra para entregar sus bienes a su hermano. Regresó y le entregó toda su fortuna a su hermano, les fijó cierta fecha para despedirse de ellos porque se iba a ese planeta. El día de la cena, cuando se estaba preparando para dormir, aterrizó una nave bellísima e iluminó el centro del jardín. “Me voy”, les dijo, a su hermano y a su cuñada, y se quedaron asombrados. “Ah, dijo su hermano, ya me lo presentía”. Subió a la nave y a tiempo de subir exclamó: “Me voy lejos de este planeta Tierra”, y partió la nave.
Antes de partir le dejó a su hermano un aparato como especie de televisión. Basta oprimir un botón y funciona; la energía solar anima el aparato, tiene unas antenas y por ellas se llega a comunicar con Ganimedes. Desde entonces se comunicó con Ganimedes y su hermano, deseoso de que algún día también se lo llevaran... y al fin le llegó ese día y se lo llevaron.
Los habitantes de Ganimedes tienen una sabiduría extraordinaria y se proponen llevar a los terrícolas a su planeta, pues saben en el estado en que se encuentran los habitantes de la Tierra. No ignoran que viene una gran catástrofe, no ignoran que un gigante de los cielos llamado Hercólubus viene a velocidades vertiginosas por el espacio estrellado. Cuando el Hercólubus aparezca y todos ustedes lo puedan ver a simple vista, se convencerán de lo que les estoy diciendo.
Entonces, aquella masa planetaria atraerá magnéticamente el fuego del interior de la tierra y brotarán volcanes por doquiera y sucederán terribles terremotos y grandes maremotos; toda la costra de la tierra será destruida, quemada, incinerada y en el máximo de acercamiento del Hercólubus habrá una revolución de los ejes del mundo; los Polos se convertirán en Ecuador y el Ecuador en Polos y las aguas de los océanos cubrirán estos continentes.
Así terminará una humanidad perversa, un humanidad que se entregó a los vicios, una humanidad que degeneró en el homosexualismo y lesbianismo, una humanidad destructiva donde cada pueblo se levantó contra cada pueblo, donde cada ser humano levantó su mano contra su hermano, así terminará dentro de poco tiempo. ¿Habrá sobrevivientes? Sí los habrá, esto lo saben muy bien los habitantes de Ganimedes. Ellos irán llevando poco a poco a las gentes más selectas hacia su mundo, allí nacerá un tipo de humanidad muy especial que serán traídos de regreso a la Tierra; pero ese tipo de humanidad tendrá que hacer maravillas, porque a esa clase de gente se les darán las facultades de los habitantes de Ganimedes.
A esta humanidad se les agregarán aquellos sobrevivientes que quedarán en el planeta Tierra, en una isla del pacífico y de aquí nacerá la Sexta Raza, digo la Sexta porque la Quinta Raza es la actual y cuatro ya han existido sobre la faz de la Tierra y todas éstas han terminado en grandes cataclismos.
Recordemos a los atlantes; ellos perecieron entre las aguas en el Diluvio Universal. Hubo una revolución en los ejes de la Tierra y los mares se tragaron a la Atlántida con sus millones de habitantes. Ese fue, repito, el gran Diluvio Universal, así pereció la Cuarta gran Raza.
Nosotros somos la Quinta Raza y, es obvio, que también perecerá entre el fuego, los terremotos y grandes maremotos; por eso está escrito en el calendario azteca: ¡los hijos del Quinto Sol perecerán por el fuego y los terremotos!
Amigos, en estos momentos hay aspectos importantísimos relacionados con los seres extraterrestres; me viene a la memoria, el caso del hombre que fue a Venus, Villanueva Medina. Yo lo conozco, es mi amigo personal. Estuvo manejando un carro cerca de los Estados Unidos. El carro se dañó y se quedó con el carro con el propósito de saber qué pasó. De pronto oyó pasos en la arena. Sale y encuentra a dos hombres en la arena, de mediana estatura, lo invitan a que le sigan y lo llevan al planeta Venus. Estuvo cinco días en Venus, conoció una poderosa civilización y luego fue traído de regreso al planeta Tierra.
En la República de El Salvador sucedió otro caso insólito. Cierto hombre de esos escépticos, materialistas, estaba sentado en el fondo de un jardín; una nave aterrizó a poca distancia y lo invitaron a subir y lo llevaron a Júpiter, directamente al planeta Júpiter. Allí permaneció varios días. Encontró una civilización extraordinaria, le invitaron a que se quedara allí; “No puedo, dijo, pues tengo que volver con los terrícolas”. Lo regresaron a El Salvador, donde entonces ese hombre se dedicó a estudiar la Gnosis; tengo entendido que él da testimonio a través de algún libro.
Sí, los terrícolas existen, pero no existirán para siempre. Actualmente, hay algunos habitantes de la Tierra aprendiendo los procedimientos de las matemáticas como se lo enseñaron los viajeros del espacio infinito. Podrían ellos, si quisieran, hacer saltar en pedazos la Tierra, pero no son destructivos, ellos vienen a auxiliarnos en vísperas del gran cataclismo que se avecina, ellos quieren ayudarnos. Algunos de ellos se han quedado ocultos en ciertos lugares de la Tierra y llegará el momento oportuno para entrar en actividad. Por ejemplo, en la Antártida hay una ciudad subterránea donde vive un grupo de extraterrestres. Ellos son de la galaxia azul, son hombres de piel azul.
Obviamente, han puesto una ciudad bajo los hielos donde tienen toda clase de comodidad, artefactos eléctricos. Son sabios por naturaleza. Un rey muy sabio los gobierna y cuando la catástrofe se acerque, los hombres de la galaxia azul andarán por las calles de las ciudades tratando de socorrer al que puedan. Antes de que aquel incendio devore sobre la faz de la Tierra, los hombres de la galaxia azul aparecerán para enseñarles a la humanidad el camino de la rectitud. Así que, quienes los escuchen por esos días, serán salvados secretamente.
Amigos, como quiera que hay otra conferencia y nosotros debemos respetar a los demás, con amor profundo tengo que despedirme de todos ustedes aquí en este auditorio; de corazón a corazón, de bien a bien y de amor a amor.