Capítulo 44
Felipe es elogiado y continúa escribiendo.
Y entonces, al oír Jesús las palabras de Felipe, dijo: "Bien hablado Felipe, bien amado. Ahora y por tanto, ven, siéntate y escribe tu parte de los discursos que yo pronunciaré y de todas las cosas que yo haré, y todo lo que veas"
Y enseguida Felipe se sentó y escribió.
Después, Jesús continuó su discurso y dijo a sus discípulos: "Entonces Pistis Sophía llamó a la luz, quien perdonó su pecado de abandonar su región y bajar a la obscuridad. Y ella profirió su sexto arrepentimiento, diciendo:
El Padre de todas las luces perdona a Pistis Sophía el pecado de haber caído en las tinieblas del no Ser.
Entre las tinieblas del no Ser reina soberano el dolor.
Empero, el descenso es necesario para reascender más tarde victoriosamente.
El reascenso victorioso implica transformación total.
El ave Fénix resucita más poderosa que antes, más omnipotente, y terriblemente divina.
Sexto arrepentimiento de Sophía.
1. - Te he cantado alabanzas, Oh! Luz, en la obscuridad que hay abajo.
2. - Escucha mi arrepentimiento y que tu luz atienda mi súplica.
3. - Oh! Luz, si piensas en mi pecado no seré capaz de estar frente a ti, y tú me abandonarás.
4. - Pero tú, Oh! Luz, eres mi salvador; pues por la luz de tu nombre he tenido fe en ti, Oh! Luz.
5. Y mi poder ha tenido fe en tu misterio; y aún más, mi poder confió en la luz cuando se encontraba entre aquéllos de las alturas; y confió en ella cuando se encontraba en el caos de abajo.
6. - Deja que todos los poderes que hay en mí confíen en la luz, ahora, cuando estoy en la obscuridad de abajo, y que puedan confiar de nuevo en la luz si llegan a la región de la altura.
7. - Porque ella es (la luz) quien ha tenido compasión de nosotros y nos ha guiado. Un gran misterio de salvación hay en ella.
8. - y ella llevará todos los poderes fuera del caos debido a mi transgresión, pues he dejado mi región y venido abajo, al caos.
Ahora y por tanto, permítasele comprender a aquél cuya mente sea exaltada".
El Iniciado canta alabanzas a la Gran Luz aunque se encuentre trabajando entre la obscuridad y el silencio augusto de los Sabios.
Necesitamos que la Gran Luz nos perdone realmente.
Si la Luz pensara siempre en nuestros errores y nunca nos perdonara, jamás avanzaríamos.
La Luz del Nombre es el Nombre de la Luz que el Ser de nuestro Ser posee.
El Misterio de los misterios se experimenta por la Fe consciente.
El Iniciado confía en la Luz cuando se encuentra entre Aquéllos que moran en las alturas.
El Iniciado confía en la Luz cuando trabaja en la super-obscuridad y el silencio augusto de los Sabios.
Todas las partes autónomas y auto- conscientes de nuestro propio Ser individual deben tener plena confianza en la Luz Interior, aquí y ahora.
Cuando trabajamos en el Abismo debemos tener plena confianza en la Luz y no desmayar.
Nadie podría subir sin haber bajado previamente.
Debemos robarle la Luz a las tinieblas.
La Luz se compadece de nosotros y nos guía.
En la luz existe un gran misterio de salvación.
La luz debe llevar todos los poderes de cada uno de nos fuera del Caos.
Por poderes, se entiende, cada una de las partes independientes del Ser que descienden al Caos y que sufren.
Obviamente, cada una de las partes independientes de nuestro propio Ser individual debe perfeccionarse.
Los Doce apóstoles, es decir, las doce partes de nuestro Ser, las doce Potestades, deben perfeccionarse dentro de nosotros mismos, aquí y ahora.
La gente sólo quiere saber algo sobre los doce apóstoles históricos, mas nada entienden sobre las doce partes de nuestro propio Ser individual.
Debemos buscar a los doce dentro de nosotros mismos.
Es urgente perfeccionar a los doce apóstoles dentro de nosotros mismos.
Recordemos que doce son los cimientos de la Jerusalem Celestial y que en cada uno de ellos está escrito el nombre de cada uno de los doce.
Así, los doce nombres de los doce apóstoles se corresponden cada uno con su correspondiente fundamento.
Debemos destruir a Babilonia la grande, la madre de todas las fornicaciones y abominaciones de la Tierra.
Obviamente, Babilonia es nuestra propia ciudad psicológica poblada de agregados psíquicos que en nuestro interior cargamos.
Debemos edificar a la Jerusalem Celestial dentro de nosotros mismos.
Doce son los fundamentos de la Jerusalem Celestial.
Perfeccionar a los doce sólo es posible desintegrando a los agregados psíquicos.
Raro es aquél cuya mente sea salvada.
El muro de la Jerusalem Celestial es de 144 codos, medida de hombre, la cual es de ángel.
Si sumamos esta cantidad, ciento cuarenta y cuatro, entre sí, tenemos nueve.
Nueve es el número kabalístico de la Novena Esfera.
Nueve es la esfera sexual.
Sólo trabajando en la Novena Esfera es posible desintegrar totalmente a los agregados psíquicos.
Sólo desintegrando tales agregados liberamos a la Esencia y edificamos a la Jerusalem Celestial, aquí y ahora.